Cuanta voz gastada,
pulida cual espada
para solo hacer ruido
sin decir nada.
Rompiendo bagatelas,
hojas, sombras, telas,
gritando y gritando
por temor a estar callado.
Tierna suena la campana
cuando el alma se abandona
de sus frágiles escamas
y se entrega, silenciosa
al íntimo culto del murmullo.
La voz deviene río,
asciende por tus surcos,
se arroja en tus oídos.
Y allí va todo aunque no lo veas,
aunque no lo oigas,
aunque no lo sientas,
guardo mi vida en el secreto de sus ondas
deseoso de susurrártelo a solas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario