miércoles, 29 de agosto de 2018

co-reflexion

Si el corazón tuviera una respuesta...Si pudiera alzar la voz y responder de su propia existencia, de su reino ingobernable de altas torres, puentes muertos, oscuros valles... Quizás no arrastraríamos cadáveres en nombre de la vida, pensando que llevar cargas es lo correcto, o pensando que lo correcto es no llevarlas; en todo caso ahogados por una cuerda que nos saluda y otra que nos dice adiós. Y en ese arrastre no cargaríamos con el patetismo de estar enamorado de ambas cuerdas, estando sin embargo dispuestas a quemarlas, incapaz de decidir, con la valentía del que quiere que pase ya algo, que termine ya la espera. Pero eso no es valor. O quizás sí, pero nunca lo sabremos hasta que sea tarde, hasta que el corazón se mire al espejo y diga "Te equivocaste"

planeta

Todo yo temblor,
mi ser en órbita esquizofrénica
que gira pero nunca da la vuelta

perros esperando que amanezca
blanco filo de espada naciendo en las montañas
buscan un dios y solo hay una calavera,
no ha empezado nada no ha terminado nada
el sol no trae respuestas

llega la luz y todo tiembla

y la amplitud del horizonte es opresiva
se sumerge en lo desconocido
con orgullo de ballena
no reconoce las distancias
puesto que es la distancia
mientras yo
tiemblo
porque no se donde empieza
y donde acaba

el acero me empapa,
peso
sin porqué
la tierra me llama

pero si me quedo aquí mi corazón hará aguas

así que doy la espalda a todo,
acepto el espacio infinito que me rodea
y salto esperando caer hacia arriba
cual cometa

pago el precio de tener en el pecho un planeta

luz enferma

Esta luz está enferma.

Es eco sin sol,
una imagen que me invade
venida de ninguna parte
que envenena mi mirar.

Hoy mi pupila se hace la muerta,
y todo lo que vea será su presa:
puesto que no respira
esta prohibido respirar en su presencia

Devora, absorbe,
la brisa le ahoga,
grita y se ofende
pero luego se esconde.

Esta luz está enferma,
estos ojos son espadas
con los labios sedientos

pero,
detrás de su queja
su dolor está hueco.

A una foto

Has dibujado en tu quietud la sombra
en la pared que la oscuridad corona y eleva,
el mármol se deshace alrededor de tu obra:
mis dioses se mueren mientras tu cuerpo clarea.

Se derrama la luz por tu costado-cordillera
y ebrio, ofrece tus huesos en altar sagrado;
bebo en tu seno el vino de alta colmena
para poder verte con los ojos cerrados,

Que la boca sea una extensión de estos
allí donde seré enterrado en vida,
y encuentre, besando, el destello
de la corola de tu flor más divina.

Llévame más allá de esta amarga espera
de dejar de ser árbol entre bosques,
quiero ser un pez atravesando venas
unido a la corriente que lo esconde.

Pero no respondes, inmóvil fotografía.
Expuesto en papel tu naturaleza incierta
tu hígado prometeico bautiza mi lira:
sangre que no dice nada, eso es poesía,
sin pomo sin salida sin puerta...

¡A tus pies, mi reina!

al extraño localizado en la región central de mi torax

Corazón de arena
dirección quebradiza
ceniza en la carretera,

en la lengua,
en el donde que no pronuncia
en la falta de puertos
en esta dispersión disfrazada de marea

yo se que nunca tocarás nada
que altere tu minuciosa ligereza
eres puro remolino
que solo sabe jugar con las hojas
en tu otoño hecho de sueños

sueña sueña
yo apartaré todas las piedras,
todo lo que te pese
para que la luna te meza
sigue tu camino por donde tu quieras

sueña ( abraza la nada a tu manera )
sueña ( deshazte de la verdad y busca la decadencia )

haz lo que tu quieras ( porque tu quieras)

deja que el viento viole libremente tu vela

(y lo que yo me pregunto
es si no te da vergüenza,
corazón de arena)

inquietud

Descanso sobre el dorso de una mano
tan grande como el ayer,
alejándome de este cielo extraño,
regreso al mundo mío.

Pese a todo nunca duermo
pese a ser mecido en una cuna
que imita el latir del sueño
y me envuelve en penumbra.

Me retiro pero no me refugio,
este mundo mío también guarda su espada,
nunca estaré seguro
soy inquietud, muerte en la mañana,
soy el movimiento que no acaba,
que allá donde vaya será una fiebre.

lujo

Exhalación:
derrame del alma
que se esparce por la habitación.

Y en cada partícula
adherida está una fibra mía
que he legado en este retorcimiento,
¿donde querría mi alma sino lejos?

¿Que haría yo con esta gasa
que nunca responde?
¿Acaso coartar el brotar de la nada,
apartar la mirada
y dirigirla al horizonte?

El murmullo que ni habla ni calla,
que se acumula en cascada
con alas cada vez mas pesadas,
exhalo y exhalo y exhalo,
derrocho,
derramo.

Lo (des)precio y por eso lo (des)gasto.

parpadeo

Con unas manos enemigas entre sí, con unos ojos arrojados en el asfalto hecho de muerte y luz, me acerco a lo que fue. A lo que me hizo. A lo que se va.
Parpadeo: Brilla el ojo y se apaga y vuelve a brillar, la angustia vive en ese intervalo entre la visión y las sombras. El recuerdo es un mordisco incapaz de cicatrizar, luchando por respirar. Y aunque no estén tus dientes aún estas aquí. Te agitas, parpadeas. Siento que lates casi sin querer, que te expandes a los cuatro vientos con las velas izadas buscando un sueño y luego te contraes como un beso arrepentido, mientras te observo con miedo, sabiendo que algún día te callarás y no sabré diferenciar tu cadáver de tu sueño. Tengo esta marca desde antes de mi cuerpo, como un sol que me trajo de la mano aquí y ante el que me desvelo. Cuando tardas mucho en amanecer tengo miedo. Parpadeo. Doy un salto de fe y pienso que cuando abra los ojos todo seguirá allí. Aunque nunca podré saberlo. Por eso los abro, miro tu huella y su reino: busco tu boca de nuevo.

Tabú

Esto...
Esto que forma parte de mí,
este estigma que corona mis dedos
hundidos en masacres de palabras y cuerpos.

Crear, vomitar, escupir,
no son tan distintos,
el alma se transgrede a sí misma
cansada de la identidad
y comienza la alquimia,
tragando saliva,

con la luna en la garganta.

Sabor a sangre

sabor a sangre.

Al fin y al cabo,
¿que es el artista
si no un vampiro narcisista?

Sabor a sangre

hierro en la lengua

Todo poema es un cadáver,
llamarlo “epitafio”
es pecar de clemencia.

El que quiere una flor
la arranca,
el que la ama
la riega,
el que escribe la tortura,

rompe su lánguido cáliz
en nombre de la belleza
y su salvia cual tinta
le sirve para llorar a la muerta.

Esto, no tiene nada clemente.

Oh, esos paisajes que nunca crearé
por miedo a destruirlos...
El nombre, ese velo al revés
que se posa en la cosa
para hacerle daño
atarla
limitarla
delinear su absurdo
en este lienzo
del que somos cómplices,
violación colectiva del silencio unánime.

Esputos
violencia
taxidermia,
expuesta nuestra experiencia
como un trofeo,
como un animal,
como un mesías
cuyo sacrificio carece de sentido
si nadie lo ve.

Envidio la lucidez de los que no se preguntan
por el peso de la palabra.
Yo hace ya tiempo
que ignoro si estoy flotando
o me estoy hundiendo.

Insoportable,
quizás ligero,
horrible culpa de nunca llegar a ser jilguero,
no puedo escribirte y quererte al mismo tiempo.

Angustia, neurosis,
todo lo que digo esta incompleto,
entre palabra y palabra
espacios insalvables
donde nadie puede oírme,

pero este es mi hogar, esta febril blancura
donde todo es potencia y posibilidad:
infinitud sin ningún rumbo
hacia todas las direcciones,
ascensión perpetua
o caída ilimitada.

Entonces empieza la embriaguez,
el vértigo,
párpados se enamoran de la nada
que muda, responde a su llamada:

“No puedo evitar decir algo,
no puedo evitar no decir nada”

Óleo envenenado penetrando en la raíz inocente
de bolígrafos sutiles que nunca serán suficiente.
Heredada maldición
que forma parte de mi condición,
ser siempre lejano,
arrancarme la piel
para hacerme un disfraz de mí.

Somos el reflejo sin objeto,
el vacío irreductible de los cuerpos,
de los hechos,
la mandíbula que solo quiere morder
sin saber por qué,
la pregunta que no ha de hacerse,
los ojos que miran sin jamás verse.

Que ganas de escupir aquí sangre
y llevarla a un museo para explicarme,
de romper la cuarta pared
y hacerte daño,
un verso de aguardiente,
estremecer los cuerpos con estas ansias de fiebre.

Pero, después de todo, nada.

Silencio en la orilla,
silencio que se escucha a sí mismo,
soledad de la empresa destinada al fracaso
por el mero hecho de existir.

Que fácil es gritar cuando estás mudo,
cuando nadie te oye, ni siquiera tú,
en esta cámara de resonancia
que solo repite
y repite
y repite
partituras rotas incapaces de autodestruirse.

Nada está a salvo
de mirarse en el espejo,
cuando descubrí que estaba hecho de letras,
que me estaba creando y destruyendo simultáneamente

solo quise gritar,
y eso he hecho.

Hasta donde puedo llegar siendo un verso...

Acaso no querría hacerte daño si te alcanzara
si no mecer tus ojos con delicadeza de paloma
en una noche sin diferencia
donde no estuviéramos hechos de distancias.

Estos son los ecos que tejo en mi pecho
donde resuenan en cuevas mas antiguas que yo.
Mi esencia es la sospecha de mi esencia,
una vez presentado, ¿aceptas la invitación?

Entra en este cante sin motivo
que ignora si es magia o delirio,
absorber, ser absorbido,
¿que más da?

Agita tus dientes en mi cuello infiel
y bebe de mi colmena,
guardo en mis venas
un lecho color amapola

para que olvides quien eres,
para que olvides quien soy,
y este monólogo, sombra de todas tus obras.

Arroja tu respuesta vacía al mundo
que escuche tu voluptuosa inutilidad
declarando ser duda,
semilla desconocida
más terrible que el batir de unas alas
si la cuida un tierno jardinero.

Nuestro reino es posible y nada más.

El intersticio, el germen, nos pertenecen.

Esta promesa insalvable que nadie ha hecho
y que a nadie se dirige
nunca dejará de ser un intento.

No tengo soporte,
solo sé que estoy latiendo,
recibe este vaivén sin tambor
con la fragilidad del almendro
que existe casi sin quererlo
al pie del cañón desprovisto de preguntas.

No,
yo no cambiaré el mundo
quizás tu tampoco,
pero somos el yunque,
la fragua de espacios
donde nacerán sendos guerreros
hipnotizados por una chispa
o una imagen vagabunda.

Me ahogo de goce pensando
en que algún día tendremos voz
aunque no sea en nuestras bocas,
cosidas para cantar,
aunque no sean nuestras palabras,
sacrificadas para ser.

Si mi voz, pájaro perseguido
por su sombra
encuentra unas venas que le acojan
en un beso de laurel,
habré colmado esta herida que me constituye.

Sí,
y la vaciaré de nuevo,
con mas piedad que desprecio,
de nuevo abierta, rota,
punto por punto
embelesado por la solemnidad del escalpelo.

Porque esta voz es ausencia,
ni busca ni quiere ser colmada
puesto que esto implicaría su disolución,

y estoy conforme.

Si es amor a la hiedra
que abraza mi mano,
la tóxica contemplación
en un espejo que me divide
o una luz que brota como un sueño
lo que yace en este rincón indecible,

poco importa.

Es el silencio lo que nunca vuelve,
la nada
y nada más.

Por eso murmullo, me muerdo,
me beso, me escribo, me quemo
sangre sangre sangre
si el río suena es que no estoy muerto.

No me compadezco de los que fueron
atrapados por la corriente,
aunque uno de ellos fuera yo,
porque sé que estuve allí
sosteniendo risueño esta copa.

Y este sabor a hierro
en el sueño en la muerte y en la boca
no es una opción,
es lo que segrego para que me pertenezca,
esta expectoración nunca es mía.

No es una opción.

Yo no elegí celebrar las cosas
o la vida,
ni morir en los puntos finales
que detienen mi voz y su huida.

Es mi derecho y mi obligación,
solo decido la perspectiva
con la que miro este latido.

Así que, con la venia,
señorías,
tomen asiento,
cojan cubiertos,
la comida está servida.

Aquí tenéis la sangre prometida.