Pantera:
la noche ha caído
casi sin darse cuenta
atropellada por la corriente
que todo enciende,
que todo apaga;
y tus ojos han visto
la muerte detrás
de la luna y su aullido de neón.
La destrucción (es) de la belleza.
Pantera,
tus pupilas son espadas
sedientas, rezumando estrellas
negras sobre la carne húmeda,
pagana, que a tu culto a la nada
como iluminación adora,
estallido, brote.
La saliva y su torrentera,
los colmillos sin salida
el ambiguo crimen de tus ojos
mezcla de vino e ira,
venid a mí.
Pantera:
ven a esta selva
a escribir con tus garras
los sagrados nombres de la violencia
y que así quede testimonio
de este piadoso crimen
-mis dedos en tu boca
calmando la sed, tus trenzas
en mis manos: puentes;
solo en el tuétano
sabremos quienes somos-
antes de que la corriente nos encuentre.
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