viernes, 21 de junio de 2019

paciencia

Nadie me enseñó lo que era la paciencia.
Acaso desesperando, amortajado
por mis propios pensamientos,
preso de la asfixia, pude ver
lo que significaba
el sereno trazo del caracol
en el inmenso camino;
sin vibración
ni angustia;
premeditado silencio
desplegando la arquitectura de sus alas,
al ojo ignorante solitario arrastre.

Paciencia. Paciencia.

Vengo desde muy lejos
en busca de algo que no recuerdo,
nunca me detengo por miedo
a descubrir que mis pasos son huecos,
volátiles veleros
huyendo de su sombra
persiguiendo perfectos
espejismos.

Mis pies ensangrentados, mas
no peregrino, sino desertor del desierto:
asceta fallido llorando
bajo la luz de las palmeras,
escuchando del pecho
el tambor vacío:
paciencia.

Solo el camino trae respuestas.
Sean las piedras donde una vez me hundí
lecho, sepultura,
gloria, arma, lección, amor,
o solo piedras,
mas sean.

Que yo nací rescoldo
entre llamas virulentas
y seré Prometeo a la llegada
de las tinieblas,
cuando todas se hayan agotado
menos yo, flor de invierno
nacida de la espera.


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