La verdad de tu cuerpo
se me acerca en la medianoche
como un velero repleto de ángeles caídos:
alas rojas, renegadas, corazón animal
que se refleja en el mío.
El mundo es un vampiro,
por eso nos fuimos
de sus viejas lámparas
y su agitada mandíbula,
para ser dueños de nuestra sangre,
esa que te ofrezco como un sacrificio fallido,
como una flor impura para siempre
y que tú bebes y bebes;
abres tu vientre repleto de cerezos
para que vierta mi lluvia gris,
nunca es otoño dentro de ti.
Es en esos momentos
cuando el alma se vuelve luciérnaga
y en su luz compartida
reconoce su existencia,
su verdad íntima.
Queda esperanza
allí donde encuentre tu marca;
quiero gritar la verdad de tu cuerpo
como una voz que nunca se apaga.
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