Es como si solo supieras arder. Vienes
con la promesa de un jardín escondido, hogar de los racimos y las
alondras, para llevarme de la mano a otra de tus causas perdidas, a
otro pozo del que te has enamorado. Ya has conseguido el timón del
barco, te pregunto adonde vamos; alzas la ceja y media sonrisa como
una luna que sangra es tu respuesta. Allí por donde pasamos solo
encuentro las cenizas de lo que fue, un aire gris irrespirable y esa
mentira que siempre me creo: “No fue culpa mía, ya estaba así
cuando llegué. No te preocupes, amor, que esto son los últimos
ramalazos del vendaval” Pero es el vendaval lo que buscas, la
agitación perpetua tu brújula, y yo, un conducto, una excusa, una
carcasa a la que llevas a buscar el fin del mundo. El oxígeno se
agota a nuestro alrededor, y tú detrás del viento. Detrás de una
chispa que te llama.
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